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Sunday, 21 November 2010

Forcas...

“Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología.”
Julio Cortázar

“En la madrugada de hoy, en las entradas de Matusalén, se encontró los cuerpos sin vida, completamente destrozados del párroco y su fiel compañera Sor Catalina, los cuerpos fueron despedazados, descuartizados y estrangulados por una fuerza sobrenatural.”
Radio “El cafre de Trujillo”

No quería despertar, pero un sentimiento muy raro invadió mi cuerpo, el frío del ambiente hacía parecer que las sabanas estaban mojadas y cada movimiento en la cama era una verdadera tortura; la ciudad se encontraba cerca de un gran nevado, lo que la hacía particularmente fría. La casa, una construcción serrana de comienzos del siglo pasado, con patio interior, cuartos conjuntos y baños compartidos, lograba bajar más la temperatura y hacía que el viento soplara con mayor fuerza. Las ganas de miccionar pudieron más que el sueño y terminaron por levantarme de la cama. Somnoliento recorrí el largo pasillo de madera.

Un olor a azufre penetró mis sentidos. Al abrir la puerta lo vi, era espectacularmente alto, su cuerpo estaba bien definido y de aspecto magnífico; una cola larga y negra se serpenteaba entre sus piernas, sus patas eran grandes, e iguales a las de una cabra, las pezuñas marcaban el piso en cada paso y llevaban herradura; su tronco, completamente humano junto a sus extremidades superiores; Cada músculo definido con la perfección de un atleta, geométricamente formada su espalda, debió ser del tamaño de la de dos hombres comunes; sus brazos los de un guerrero; lavaba sus manos con dificultad y diligencia en el pequeño lavabo del retrete, de ellas corría un líquido de color rojo intenso; su cabeza la de un toro, que brahamaba aire caliente por los orificios de la nariz, unos cuernos grandes, perfectos y brillantes; sus ojos de un rojo intenso. Me miró por unos segundos mientras secaba sus manos en la toalla, su mirada era infernal y me petrificó; Podía ver reflejado el fuego del mismísimo infierno en esa mirada. Por unos segundos me quedé en mis pensamientos y me desvanecí ante sus movimientos. Se acercó, con su brazo derecho hizo un ademan como para retirar el fastidio, esto me retiró de la puerta hacia la pared como a una hoja de papel; vi como se dirigió a la puerta de salida. Impactado por esta visión, perdí la noción del tiempo y no pude articular el más mínimo sonido. Cuando pude reponerme, noté que ya no necesitaba el escusado y regresé a la alcoba de mis padres, de donde no salí hasta la mañana siguiente.

Sentí un largo escalofrío por todo el cuerpo, pero con mayor grado en mis piernas, exaltado, reaccioné, - ¿Dónde estoy? Maldición otra vez, no puede ser, pensé. Alzo las sabanas, el olor a Uría es demasiado fuerte para no haberme dado cuenta de lo que estaba pasando. – Qué estúpido, pensé. Una vez más. Me oriné dormido.

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