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Saturday, 28 April 2012

El Personaje


Lo veo tos los días; Me cuesta creer que ya han pasado los años en los que su tenacidad, fuerza de carácter y alegría eran dignos de mi admiración; Características que aún se mantienen vivas, aunque escondidas en un baúl que la experiencia no deja abierto.

Comienza su día antes del a seis, sale de su casa, cruza la calle con paso apresurado y empieza su calentamiento en medio de la cancha de baloncesto. Alto, de cuerpo delgado y atlético; Nunca deja sus gafas de sol, objeto que adopto como parte de él cuando empezó a mirar sin vidrios en los ojos; Tal vez sea la costumbre la que le obliga a sentir y necesitar ese peso en el tabique. Su pelo rizado, siempre está debajo de un pañuelo azul; el que le ayuda a soportar el frio de la ciudad en la mañana. Como buen geminiano se advierte su genio cambiante en el ceño fruncido mientras estira y la rápida risa con chispas de coquetería que le sacan las chicas que ya están corriendo en el parque; Aunque la tenue luz de la hora no permita distinguir sus rostros.

Me pregunto ¿Por qué? O ¿Qué Es lo que hizo que hoy ya no tenga esa picardía en su mirada?; Eso que lo delataba como un alma buena, como un inocente niño de pueblo llegado a la ciudad en busca de mejores días, de cumplir su sueños. Deben ser las cosas malas que van marcando la vida; esas cosas que le hicieron llorar, esas inevitables tragedias con las que Dios enseña y castiga. Pero esas cosas serán letras de otro cuento. 

Sunday, 21 November 2010

Forcas...

“Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología.”
Julio Cortázar

“En la madrugada de hoy, en las entradas de Matusalén, se encontró los cuerpos sin vida, completamente destrozados del párroco y su fiel compañera Sor Catalina, los cuerpos fueron despedazados, descuartizados y estrangulados por una fuerza sobrenatural.”
Radio “El cafre de Trujillo”

No quería despertar, pero un sentimiento muy raro invadió mi cuerpo, el frío del ambiente hacía parecer que las sabanas estaban mojadas y cada movimiento en la cama era una verdadera tortura; la ciudad se encontraba cerca de un gran nevado, lo que la hacía particularmente fría. La casa, una construcción serrana de comienzos del siglo pasado, con patio interior, cuartos conjuntos y baños compartidos, lograba bajar más la temperatura y hacía que el viento soplara con mayor fuerza. Las ganas de miccionar pudieron más que el sueño y terminaron por levantarme de la cama. Somnoliento recorrí el largo pasillo de madera.

Un olor a azufre penetró mis sentidos. Al abrir la puerta lo vi, era espectacularmente alto, su cuerpo estaba bien definido y de aspecto magnífico; una cola larga y negra se serpenteaba entre sus piernas, sus patas eran grandes, e iguales a las de una cabra, las pezuñas marcaban el piso en cada paso y llevaban herradura; su tronco, completamente humano junto a sus extremidades superiores; Cada músculo definido con la perfección de un atleta, geométricamente formada su espalda, debió ser del tamaño de la de dos hombres comunes; sus brazos los de un guerrero; lavaba sus manos con dificultad y diligencia en el pequeño lavabo del retrete, de ellas corría un líquido de color rojo intenso; su cabeza la de un toro, que brahamaba aire caliente por los orificios de la nariz, unos cuernos grandes, perfectos y brillantes; sus ojos de un rojo intenso. Me miró por unos segundos mientras secaba sus manos en la toalla, su mirada era infernal y me petrificó; Podía ver reflejado el fuego del mismísimo infierno en esa mirada. Por unos segundos me quedé en mis pensamientos y me desvanecí ante sus movimientos. Se acercó, con su brazo derecho hizo un ademan como para retirar el fastidio, esto me retiró de la puerta hacia la pared como a una hoja de papel; vi como se dirigió a la puerta de salida. Impactado por esta visión, perdí la noción del tiempo y no pude articular el más mínimo sonido. Cuando pude reponerme, noté que ya no necesitaba el escusado y regresé a la alcoba de mis padres, de donde no salí hasta la mañana siguiente.

Sentí un largo escalofrío por todo el cuerpo, pero con mayor grado en mis piernas, exaltado, reaccioné, - ¿Dónde estoy? Maldición otra vez, no puede ser, pensé. Alzo las sabanas, el olor a Uría es demasiado fuerte para no haberme dado cuenta de lo que estaba pasando. – Qué estúpido, pensé. Una vez más. Me oriné dormido.

Friday, 1 October 2010

Dicen que estamos locos...

Los he visto muchas veces.
Son raros.
Algunos salen temprano a la mañana y se empeñan en ganarle al sol.
Otros se insolan al mediodía, se cansan a la tarde o intentan que no los atropelle un camión por la noche.
Están locos.

En verano corren, trotan, transpiran, se deshidratan y finalmente se cansan… sólo para disfrutar del descanso.
En invierno se tapan, se abrigan, se quejan, se enfrían, se resfrían y dejan que la lluvia les moje la cara.
Yo los he visto.

Pasan rápido por la rambla, despacio entre los árboles, serpentean caminos de tierra, trepan cuestas empedradas, trotan en la banquina de una carretera perdida, esquivan olas en la playa, cruzan puentes de madera, pisan hojas secas, suben cerros, saltan charcos, atraviesan parques, se molestan con los autos que no frenan, disparan de un perro y corren, corren y corren.

Escuchan música que acompaña el ritmo de sus piernas, escuchan a los horneros y a las gaviotas, escuchan sus latidos y su propia respiración, miran hacia delante, miran sus pies, huelen el viento que pasó por los eucaliptos, la brisa que salió de los naranjos, respiran el aire que llega de los pinos y entreparan cuando pasan frente a los jazmines.
Yo los he visto.

No están bien de la cabeza.
Usan championes con aire y zapatillas de marca, corren descalzos o gastan calzados. Traspiran camisetas, calzan gorras y miden una y otra vez su propio tiempo.
Están tratando de ganarle a alguien.
Trotan con el cuerpo flojo, pasan a la del perro blanco, pican después de la columna, buscan una canilla para refrescarse… y siguen.
Se inscriben en todas las carreras… pero no ganan ninguna.
Empiezan a correrla en la noche anterior, sueñan que trotan y a la mañana se levantan como niños en Día de Reyes.
Han preparado la ropa que descansa sobre una silla, como lo hacían en su infancia en víspera de vacaciones.
El día antes de la carrera comen pastas y no toman alcohol, pero se premian con descaro y con asado apenas termina la competencia.
Nunca pude calcularles la edad pero seguramente tienen entre 15 y 85 años.
Son hombres y mujeres.
No están bien.

Se anotan en carreras de ocho o diez kilómetros y antes de empezar saben que no podrán ganar aunque falten todos los demás.
Estrenan ansiedad en cada salida y unos minutos antes de la largada necesitan ir al baño.
Ajustan su cronómetro y tratan de ubicar a los cuatro o cinco a los que hay que ganarles.
Son sus referencias de carrera: “Cinco que corren parecido a mí”.
Ganarle a uno solo de ellos será suficiente para dormir a la noche con una sonrisa.
Disfrutan cuando pasan a otro corredor… pero lo alientan, le dicen que falta poco y le piden que no afloje.
Preguntan por el puesto de hidratación y se enojan porque no aparece.
Están locos, ellos saben que en sus casas tienen el agua que quieran, sin esperar que se la entregue un niño que levanta un vaso cuando pasan.
Se quejan del sol que los mata o de la lluvia que no los deja ver.
Están mal, ellos saben que allí cerca está la sombra de un sauce o el resguardo de un alero.
No las preparan… pero tienen todas las excusas para el momento en que llegan a la meta.
No las preparan… son parte de ellos.
El viento en contra, no corría una gota de aire, el calzado nuevo, el circuito mal medido, los que largan caminando adelante y no te dejan pasar, el cumpleaños que fuimos anoche, la llaga en el pie derecho de la costura de la media nueva, la rodilla que me volvió a traicionar, arranqué demasiado rápido, no dieron agua, al llegar iba a picar pero no quise.

Disfrutan al largar, disfrutan al correr y cuando llegan disfrutan de levantar los brazos porque dicen que lo han conseguido.
¡Qué ganaron una vez más!
No se dieron cuenta de que apenas si perdieron con un centenar o un millar de personas… pero insisten con que volvieron a ganar.
Son raros.
Se inventan una meta en cada carrera.
Se ganan a sí mismos, a los que insisten en mirarlos desde la vereda, a los que los miran por televisión y a los que ni siquiera saben que hay locos que corren.

Les tiemblan las manos cuando se pinchan la ropa al colocarse el número, simplemente por que no están bien.
Los he visto pasar.
Les duelen las piernas, se acalambran, les cuesta respirar, tienen puntadas en el costado… pero siguen.
A medida que avanzan en la carrera los músculos sufren más y más, la cara se les desfigura, la transpiración corre por sus caras, las puntadas empiezan a repetirse y dos kilómetros antes de la llegada comienzan a preguntarse que están haciendo allí.
¿Por qué no ser uno de los cuerdos que aplauden desde la vereda?
Están locos.
Yo los conozco bien.
Cuando llegan se abrazan de su mujer o de su esposo que disimulan a puro amor la transpiración en su cara y en su cuerpo.
Los esperan sus hijos y hasta algún nieto o algún abuelo les pega un grito solidario cuando atraviesan la meta.
Llevan un cartel en la frente que apaga y prende que dice “Llegué -Tarea Cumplida”.
Apenas llegan toman agua y se mojan la cabeza, se tiran en el pasto a reponerse pero se paran enseguida porque lo saludan los que llegaron antes.
Se vuelven a tirar y otra vez se paran porque van a saludar a los que llegan después que ellos.
Intentan tirar una pared con las dos manos, suben su pierna desde el tobillo, abrazan a otro loco que llega más transpirado que ellos.
Los he visto muchas veces.
Están mal de la cabeza.

Miran con cariño y sin lástima al que llega diez minutos después, respetan al último y al penúltimo porque dicen que son respetados por el primero y por el segundo.
Disfrutan de los aplausos aunque vengan cerrando la marcha ganándole solamente a la ambulancia o al tipo de la moto.
Se agrupan por equipos y viajan 200 kilómetros para correr 10.
Compran todas las fotos que les sacan y no advierten que son iguales a las de la carrera anterior.
Cuelgan sus medallas en lugares de la casa en que la visita pueda verlas y tengan que preguntar.
Están mal.

-Esta es del mes pasado- dicen tratando de usar su tono más humilde.
-Esta es la primera que gané- dicen omitiendo informar que esa se la entregaban a todos, incluyendo al que llegaba último y al inspector de tránsito.
Dos días después de la carrera ya están tempranito saltando charcos, subiendo cordones, braceando rítmicamente, saludando ciclistas, golpeando las palmas de las manos de los colegas que se cruzan.

Dicen que pocas personas por estos tiempos son capaces de estar solos -consigo mismo- una hora por día.
Dicen que los pescadores, los nadadores y algunos más.
Dicen que la gente no se banca tanto silencio.
Dicen que ellos lo disfrutan.
Dicen que proyectan y hacen balances, que se arrepienten y se congratulan, se cuestionan, preparan sus días mientras corren y conversan sin miedos con ellos mismos.
Dicen que el resto busca excusas para estar siempre acompañado.
Están mal de la cabeza.

Yo los he visto.
Algunos solo caminan… pero un día… cuando nadie los mira, se animan y trotan un poquito.
En unos meses empezarán a transformarse y quedarán tan locos como ellos.
Estiran, se miran, giran, respiran, suspiran y se tiran.
Pican, frenan y vuelven a picar.
Me parece que quieren ganarle a la muerte.
Ellos dicen que quieren ganarle a la vida.
Están completamente locos.

Anónimo

Wednesday, 23 December 2009

Vaya superhéroes…

En honor a todos ustedes, de quienes aprendí.

“Así goza el analista en la actividad espiritual que significa desenredar”
Edgar Allan Poe

A la reunión acuden los mismos, siempre comienzan tarde, eso Sí, nunca ha sido en vano la espera. 11:45 fue el record que registre en alguna ocasión, es una Costumbre Nacional, algo ya irrelevante, mejor aun es el mejor pretexto para llegar siempre atrasado. - Si siempre llegan tarde… se dice uno mismo, porque solamente recuerda aquella vez que llego temprano y el resto lo hizo esperar. El lugar es una pequeña dependencia de norte de la urbe; un incomodo, caluroso pero acogedor cuarto, con facha de oficina burocrática. Uno a uno van llegando los catecúmenos y su escribano.
Los aprendices: Freddy, el más callado y joven del grupo, aunque es ya un cadáver, maneja muy bien el arte de analizar. Su mejor momento lo paso cuando fue de vuelto a la funeraria de la calle Quito; Forcas, inexperto y de coordinación torpe, un minotauro que reclama el trono de “Miccilandia” sin mucho éxito, del horror al terror; el Dr. Ulrich, callado y enigmático psiquiatra que bordea la línea de la irrealidad, administra una Casa de Locos llamada “Cosas de Casa”. El fajado; “el fuete” Quishpe, sabio y paciente “maestro” de la pornografía, un verdadero pornógrafo.
Son comunes las visitas, aunque nunca estuvieron más de una vez, se los reconocía como amigos de siempre: Gabriela, Alejandra y Marcela, Octavio “el vicioso” Ramírez, Onán “el perdido”, Julio “José Luis” Cortázar, Ulises, Charlie Croker, Pilar Quintana, Miss Amnesia, Aquiles, Allen, Borges y otros.
Sus reuniones eran para desentrañar lo más inverosímil, desde un vomitado que se convertirá en cuento, hasta decálogos de locos; pasando por preguntas sin respuesta, vampiros eclipsados, Garganta Profunda y Licántropos. Analizaban, no calculaban, lo dijo Edgar en algún crimen, Deducían al saber de Palacio, por lo de Escobedo. Su deleite esta, en todo la concerniente a la muerte: en todas sus fases, han inferido en las tertulias y escritos: asesinos en serie, violadores, suicidas, vampiros, ángeles, asesinos de perros y más.
-No les hace calor, pregunto el fuete, mientras arranchaba a Ulrich el control térmico, este desde su pensativa esquina, desenredaba las razones para tan inexplicable cadáver; A decir de los entendidos no está muerto, sentencio el Doctor. ¡No estaba muerto, andaba de parranda! Exclamo Forcas, en medio de una risa burlona. Freddy pregunta: ¿Por qué lo están velando, si no está muerto? - No, no. Replico el Doctor, Yo creo que es culpa de los “del banco amigo”. – Lo importante no es por qué, Si no Qué o Quién lo mato, recordó el toro. Dándole más importancia a su pelea personal con el control térmico, Quishpe sentencio:
-Tarea para la casa: ¿Quién lo quiere matar? Me cuentan luego… Pero, lo cierto es que aunque lo deseemos con toda el alma barcelona no ha muerto, así que señores. A Trabajar…!!!

Monday, 23 July 2007

Desde Quito hasta Guayaquil caminando...






Hace ya más de un año, un grupo de amigos comenzamos una experiencia de lo más maravillosa en nuestras vidas.



Pero nuestra travesía no comenzó el 26 de abril del 2006, este grupo de personas seis años atrás, en uno de los momentos políticos mas difíciles de la historia democrática de nuestra pequeña nación, decidió comenzar un proyecto político con miras a presentar una alternativa de cambio, una alternativa de conciliación y no de confrontación, origen de muchas practicas detestables de la política contemporánea, sobretodo en América Latina. Es ahí cuando comenzó a forjarse el movimiento Clave democrática.


Después de seis largos años de discusión, pulíamos el primer borrador de las propuestas de cambio necesarias en la constitución y leyes del Ecuador. En esos momentos nos preguntábamos como lograríamos conjugar nuestras propuestas con el diario vivir de los ecuatorianos, pero no de aquellos que siendo un grupo numeroso, viven en las ciudades con algún tipo de comodidad o con una visión un poco mas progresista, sino mas bien, del campesino, del indio, del montubio, de ese grupo de conciudadanos que en el interior de nuestras regiones, lucha por su país todos los días, al salir muy temprano a trabajar la tierra, a buscar el pan de cada día para sus hijos.


Decidimos entonces que la mejor forma de conocer los necesidades de nuestros compatriotas y de unificar nuestras propuestas con su realidad era conociendo y entendiendo un poco mas su visión del mundo. Ahí comenzó a forjarse el sueño de buscar en un viaje la verdadera perspectiva de nuestros conciudadanos. Pero no tenia que ser cualquier viaje, no podía ser, un recorrer de nuestra pequeña patria en vehículos, teníamos que sentir las necesidades de cada comunidad, tenias que conversar con ellos, ver sus formas de vida y sobretodo tener el tiempo necesario para asimilar lo vivido. Después de una gran deliberación, encontramos la manera de conocer y confluir estas propuestas con los puntos estratégicos. Caminaríamos desde Quito la capital, hasta Guayaquil el puerto principal. Recorriendo 7 provincias interiores, 11 ciudades, 10 poblaciones y mas de 570 km.



Recorreríamos un promedio de 30 a 40 Km. Diarios en busca de la correlación con el pueblo para encontrar sus necesidades y la tranquilidad de la carretera para asimilar día a día las experiencias vividas en este gran proyecto. Así, nueve amigos el 26 de Abril del 2006, junto a más de 200 colaboradores, comenzamos nuestra caminata; en la que presentamos a la ciudadanía la propuesta de integrar en las siguientes elecciones presidenciales una papeleta extra, en la que la todos los Ecuatorianos podamos expresar nuestro criterio en temas básicos y trascendentales para la creación de un nuevo proyecto país. Llamamos a nuestra papeleta, La Sexta Papeleta o Papeleta ciudadana, ya que se nos entregarían 5 papeletas para la elección de dignidades.

Estuvimos 30 días caminando en las carreteras de nuestra patria, dormimos en carpas, en lugares junto a las mismas comunidades y presentamos nuestra propuesta puerta a puerta. En este increíble viaje hicimos grandes amigos, encontramos una verdadera guía a nuestras preguntas, pero sobretodo encontramos el tesoro más grande de los ecuatorianos, su cariño, calidez y generosidad. Sellos indiscutibles de su gran amor por el prójimo y calidad humana.

Entramos a Guayaquil un 24 de Mayo (aniversario de la batalla de independencia de nuestro país) alrededor de 250 personas, muchos fueron los que creyeron en nosotros y se unieron en este maravilloso viaje y a esta propuesta. Esta muestra de cariño y trabajo en equipo es el verdadero motor que ha impulsado a nuestro movimiento a seguir luchando por los ideales de alcanzar una nueva y mejor nación para todos; en la que indios, negros, blancos, montubios, ricos, pobres y todos los ecuatorianos podamos vivir en paz, con claras oportunidades de desarrollo y olvidar en el pasado las diferencias que nos han impedido culminar los sueños colectivos.

Una maravillosa experiencia fue este viaje, en muchas etapas del mismo encontramos acciones de verdadero cariño, pero la que mas lleno mi corazón y en la que baso la gratitud de mi cariño hacia mis compatriotas, se dio en la ciudad de Salcedo, una pequeña población de la Sierra central, cuya economía se basa principalmente en la venta de su tradicional Helado a los turistas, al cruzar por esta, una niña de alrededor de 8 años, corrió unos 500 metros para regalarnos a cada uno un Helado, mientras su madre desde el local aplaudía nuestro paso y nos alentaba a continuar. En ese momento entendí que no caminamos por llegar a una meta, ni por la gloria de un esfuerzo en conjunto, peor aun por el poder político o la admiración de nuestros semejantes; caminamos por lo que el Che llamo la libertad de entregar a las generaciones futuras el derecho a elegir y soñar, caminamos por que creemos en nuestros hijos, por que sabemos que siempre habrá un futuro mejor y que solamente caminando y esforzándonos cada día por ser mejores, llegaremos a cumplir nuestros sueños.

Hoy en día ese grupo de amigos lidera una organización política con representación Nacional, con grandes aspiraciones a lograr este cambio en la cultura de gobierno en mi patria, pero eso es otra historia.

Dedico este pequeño relato a todos los hombres y mujeres de mi Ecuador, que día a día sueñan con entregar a sus hijos una patria digna, libre, justa y en paz. A todos los que creyeron en nosotros muchas gracias. Pero sobre todo a mis compañeros de viaje....

Wednesday, 18 July 2007

Mariposas


Lo que algún día fue un sentimiento de lo más hermoso, se arranca del pecho como queriendo salir con todo, como vino… se fue…; dejando a su paso el más fuerte dolor y un recuerdo del que no quiero acordarme pero, ¿sabes por qué recuerdo? Me acuerdo por este dolor tan grande que siento…

Es un día cualquiera, por la mañana el sol iluminó un hermoso cielo despejado en el medio de la ciudad y algunas nubes blancas en los costados, que con el reflejo del astro parecen bolas de algodón de azúcar, listas para ser suspiradas por el Dios del viento. Desperté intranquilo, como en este último tiempo, no he conciliado el sueño y las horas de la noche me parecen eternas, es que hay tanto en qué pensar, tantos buenos momentos en los que quiero soñar, se llena mi cabeza de recuerdos y te imagino hasta el amanecer. Me pongo de pie y lo siento, me quedo estático junto a la cama, creí que había ya desaparecido pero no; ahí estaba para recordarme, sé que se va a venir, tarde o temprano, pero vendrá. Respiré profundo e intenté llegar al baño. Lo sentí por primera vez aquel domingo, de niño, cuando caminaba de la mano de mi madre en la zona comercial; por entre sus piernas miré la vitrina de una librería, me llamó la atención un gran libro rojo, solté su mano y corrí a verlo; no sé cuánto tiempo estuve observando su gran pasta iluminada, a la distancia oí la voz de mi madre, pero ese brillo me sedujo más, era como un toro frente a la gran capa roja y brillante; al regresar a ver no la encontré, miré a un lado y al otro y nada, quise encontrar entre la multitud que caminaba a alguien, no sé a quién exactamente; traté de relajarme pero no pude, empecé a sentir el miedo, justo cuando supe que iba a venir, justo cuando empezó a romper el capullo, oí a mi madre llenar el espacio con mi nombre... respiré. En esa ocasión ni siquiera comenzó, pero no quise que se repitiera nunca. Ahí estaba, comenzando mi día, seguro de que hoy llegaría, no ingerí alimentos por la ingenua idea de que podría acelerar el proceso, en algún momento se me pasó por la cabeza declararme enfermo y no salir de casa, pero comprendí que si me quedaba era un suicidio, era como esperar a que llegara la muerte: sentarte en la cama y verla entrar por la puerta con su túnica negra, te mira a los ojos y sientes su alegría, se acerca y con su filosa cuchilla empieza su trabajo. Traté de alargar mi camino hasta el infinito, pero conforme pasaban los minutos sabía que estaba más cerca, segundo a segundo sentía cómo iban comenzando su trabajo. Traté todo, ningún oficio lograba sacarlas de mi mente y mi cuerpo, no sabía cómo detener el tiempo, intenté encontrar una solución, pero me fue imposible, miré el reloj más de cien veces e inquieto y exhausto regresé; me entregué en las manos del Dios del tiempo. Al llegar el atardecer, cuando el sol ya estaba detrás de la montaña sentí su primer movimiento brusco, sabía que comenzaba desde ese momento, caminé en circulo dentro de la sala, trataba de relajar mi cuerpo al máximo, me era difícil, regresé a la alcoba, me recosté boca arriba, probé quedarme quieto por algunos segundos, pero no; empecé a sentirlo más fuerte, busqué la ventana y me senté frente a ella a ver la ciudad, ver cómo se van prendiendo las calles me tranquilizaba; poco a poco interminables luces de mil colores iluminan la larga calle; decidí que ahí lo esperaría. Respiré, lo sientía venir, la primera ha roto su capullo y empieza a moverse, siento su cosquilleo, me preparo para lo que viene, sé que es inevitable, respiro profundo, mantengo el aire, mi piel empieza a hormiguear, en mis brazos la piel está de gallina, exhalo…, mis pies empiezan a temblar, siento otro capullo rompiéndose, no sé cuántas podrán ser, ya no es una la que se mueve dentro de mi, me pregunto cuánto podré resistir, respiro profundo, cierro los ojos, me preparo…; es ahí, justo cuando el tiempo empieza a ser eterno, justo cuando sientes que el miedo llega hasta el fondo de tu cuerpo, cuando sientes ese vacío; te dices: esto no será eterno… justo ahí, cuando empieza. Sus alas exigen más espacio, empiezan a moverse para reconocer su don de vuelo, el dolor empieza a ser intenso, una a una van rompiendo el capullo y se forman para salir, son miles y están hambrientas, las primeras ya están garabateando mis entrañas, empecé a sentir el dolor del desgarro, sudo frío, mis manos tiemblan y no tengo fuerzas para llegar a la cama, caigo en el suelo y me dispongo a soportar, sé que esto acabará pronto, sé que podré soportar. Empiezan los golpes, están buscando salir, una de ellas comienza a morder mi vientre, ha encontrado el punto de partida; empiezan a roer mi carne, todas a la vez buscan abrir un agujero en mi; ya estoy inconciente y sé que está por terminar, solo siento sus mordiscos en mi estómago lentamente, el dolor es más intenso y aletarga mi cuerpo, respiro con dificultad, estoy a punto de resignar, el dolor llega a su máximo nivel y me pierdo en el limbo, inconciente, siento el último mordisco reventando mi piel... Se terminó, el dolor acabó, miles de mariposas salen por mi estómago llenando el aire con su revoloteo, exhausto, en el suelo, miro cómo nublan la última gota de luz que llegó a mis ojos. Ellas llenan el cuarto, mientras yo suspiro entre sueños tu presencia, sonrío y recuerdo cuando ellas me acariciaban la piel y alegraban mi vida, cuando me llenaban de fe, susurraban tu nombre y perfilaban tu silueta, al contrario de estas últimas ocasiones. Hoy están aquí para acercarme a tu sonrisa y a tu mirada, para llenar tu espacio y recordarme que estoy solo. Al final, completamente cansado, resbalo mi cuerpo al catre y me dejo caer. Recuerdo tu nombre y te siento aquí. Otra vez empiezan las horas eternas de mi noche hasta el amanecer.