“Intenta todos los caminos, todas las sendas,
hasta que por fin un día estés frente a la cima que pretendes alcanzar”.
• Escoge la montaña que deseas subir: No te
dejes llevar por los comentarios de los demás, que dicen “esa es más bonita”, o
“aquella es más fácil”. Vas a gastar mucha energía y entusiasmo en alcanzar tu
objetivo, y por lo tanto eres tú el único responsable y debes estar seguro de
lo que estás haciendo.
• Saber cómo llegar frente a ella: Muchas
veces vemos la montaña de lejos, hermosa, interesante, desafiante. Pero cuando
intentamos acercarnos, ¿qué ocurre? Que está rodeada de carreteras, que entre
tú y tu meta se interponen bosques, que lo que parece claro en el mapa es
difícil en la vida real. Por ello, intenta todos los caminos, todas las sendas,
hasta que por fin un día estés frente a la cima que pretendes alcanzar.
• Aprende de quien ya caminó por allí: Por más
que te consideres único, siempre habrá alguien que tuvo el mismo sueño antes
que tú, y dejó marcas que te pueden facilitar el recorrido; lugares donde
colocar la cuerda, ramas quebradas para facilitar la marcha. La caminata es
tuya, la responsabilidad también, pero no olvides que la experiencia ajena
ayuda mucho.
• Los peligros, vistos de cerca, se pueden
controlar: Cuando empieces a subir la montaña de tus sueños, presta atención a
lo que te rodea. Hay despeñaderos, claro. Hay hendiduras casi imperceptibles.
Hay piedras tan pulidas por las tormentas que se vuelven resbaladizas como el
hielo. Pero si sabes dónde pisar, te darás cuenta de los peligros y sabrás
evitarlos.
• El paisaje cambia, así que aprovéchalo:
Claro que hay que tener un objetivo en mente: llegar a lo alto. Pero a medida
que se va subiendo, se pueden ver más cosas, y no cuesta nada detenerse de vez
en cuando y disfrutar un poco del panorama alrededor. A cada metro conquistado,
puedes ver un poco más lejos; aprovecha eso para descubrir cosas de las que
hasta ahora no te habías dado cuenta.
• Respeta tu cuerpo: Solo consigue subir una
montaña aquel que presta a su cuerpo la atención que merece. Tú tienes todo el
tiempo que te da la vida, así que, al caminar, no te exijas más de lo que
puedas dar. Si vas demasiado deprisa, te cansarás y abandonarás a la mitad. Si
lo haces demasiado despacio, caerá la noche y estarás perdido. Aprovecha el
paisaje, disfruta del agua fresca de los manantiales y de los frutos que la
naturaleza generosamente te ofrece, pero sigue caminando.
• Respeta tu alma: No te repitas todo el rato
“voy a conseguirlo”. Tu alma ya lo sabe. Lo que ella necesita es usar la larga
caminata para poder crecer, extenderse por el horizonte, alcanzar el cielo. De
nada sirve una obsesión para la búsqueda de un objetivo, y además termina por
echar a perder el placer de la escalada. Pero atención: tampoco te repitas “es
más difícil de lo que pensaba”, pues eso hace perder fuerza interior.
• Prepárate para caminar un kilómetro más: El
recorrido hasta la cima de la montaña es siempre mayor de lo que pensabas. No
te engañes, ha de llegar el momento en que aquello que parecía cercano está aún
muy lejos. Pero como estás dispuesto a llegar hasta allí, eso no ha de ser un
problema.
• Alégrate cuando llegues a la cumbre: Llora,
bate palmas, grita que lo has conseguido, deja que el viento allá en lo alto
(porque en la cima siempre hace viento) purifique tu mente, refresca tus pies
sudados y cansados, abre los ojos, limpia el polvo de tu corazón. Piensa que lo
que apenas era un sueño, una visión
lejana, es ahora parte de tu vida. Lo conseguiste.
• Haz una promesa: Aprovecha que has
descubierto una fuerza que ni siquiera conocías, y dite a ti mismo que a partir de ahora, y durante el resto de tus
días, la vas a utilizar. Y, si es posible, promete también descubrir otra
montaña, y parte en una nueva aventura.
• Cuenta tu historia: Sí, cuenta tu historia.
Ofrece tu ejemplo. Di a todos que es posible, y así otras personas sentirán el
valor para enfrentarse a sus propias montañas.
Paulo Coelho
Fuente: www.paulocoelhoblog.com
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